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domingo, 5 de febrero de 2012

Vacaciones imprecisas

VACACIONES IMPRECISAS 


El reloj de la sala ha dado las cinco de la tarde, ha tocado la melodía que por más de cincuenta años ha llenado el silencio de la casa y después, como un competidor que en una carrera se ha detenido a caminar, vuelve al sonido de su péndulo: tic, tac, tic, tac...

Izquierda, derecha, izquierda, derecha: Los ojos de doña Julia miran pasar el péndulo de un lado a otro, sintiendo que el movimiento acompasado la lleva consigo.

Don Rafael, con su ahogada tos, acostado en un sillón, observa a su Julia contemplando el tiempo, y se pregunta si acaso se encontrará esperando, con ganas de no hacerlo, el instante horrible en que se quede sola, sin él.



Pero doña Julia no está pensando en tristezas, ha viajado sin querer al mar, ha regresado a la calma alegre del primer viaje al que sus padres la llevaron. Eran vacaciones de verano, o quizá de semana santa: la memoria le esta fallando. Llegaron a un pueblito en Veracruz, cerca de la costa, la brisa del golfo despeinaba los cabellos de la pequeña Julia y de su madre, un olor a canela invadía la mañana, como dándole la bienvenida a Julia.

Era una mañana clara, cálida, tan sonriente como la niñita que corría fuera del auto de sus padres hacia el mar. Julia se desprendía de sus zapatos, su vestidito y sus calcetas, saltaba y reía al ver a sus padres tratando de alcanzarla, miraba la playa enorme y la unión del azul del cielo con el del mar, unión de la que brotaba, casi sin que Julia lograra entender, un sol amarillo-anaranjado que comenzaba a llenar de movimiento al pueblo.

Don Rafael se levanta y dirige sus pasos hacia la silla en la que se encuentra sentada su eterna niña, su eterna Julia. El péndulo marca, tic, tac, tic, tac, el lento caminar de don Rafael. La pequeña Julia sigue saltando, sigue corriendo y el sol la alienta a seguir así; la espuma del mar ha llenado ya los pies de Julia y esto le provoca una paz indescriptible, una sensación de que todo esta bien, de que puede jugar y jugar y este será un instante que no terminará.

Doña Julia ha apoyado su barbilla en su mano, don Rafael la ve sonriente y con los ojos cerrados, y se pregunta en que estará soñando. Se sienta junto a ella, esperando, esperando.

Izquierda, derecha, izquierda, derecha, el péndulo acalla la tos ahogada de don Rafael y su Julia esta con él, mirando el mar, empapados de sol, y dejando que sus pies descalzos respiren la blanca espuma.

El reloj de la sala canta las seis, pero el péndulo no llena el silencio con su tictac y no hay respiración ni latido que lo sustituya. El tiempo se ha dormido y doña Julia y don Rafael, han viajado hacia el mar de Veracruz para disfrutar de la serenidad de unas vacaciones imprecisas.




Fotografías del blog De la luz, la sombra y tú ...