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jueves, 25 de octubre de 2007

Protegido del polvo del olvido

ALEVOSÍA.

Una tenue luz blanca se filtra por entre las cortinas. Susana descansa tranquila en el sillón de la sala, mientras que la lámpara de la pecera le ilumina su pequeña nariz chata.

Susana se quita los zapatos en la oscuridad y el sonido del refrigerador jalando electricidad la espanta provocándole dar un pequeño salto similar al hipo. Levanta los pies y se acurruca contra el respaldo, recoge un mechón de su cabello detrás de la oreja y bosteza inconscientemente.

 Ha sido un día largo, ir y venir, subir y bajar: recorrer la ciudad de norte a sur y luego de sur a norte en la línea de Cuatro caminos - Taxqueña, llenar papeles, escribir memos, leer correos: su trabajo de secretaria hasta Xochimilco es demasiado exhaustivo  y pobre en la paga; siempre la misma faena para al final del día terminar lidiando con el chofer del pesero de regreso a casa y las cumbias y canciones banda que nunca faltan y que aunque le desagradan, de tanto escucharlas, ha terminado por aprenderlas: “...y llegaste tú... como primavera en el frío invierno a mi corazón...” “ No me conoces aún, porque lo nuestro fue tan pasional...

Sonríe, ya no sabe si por cansancio o porque por más que haga para deshacerse de esas letras ya se le han quedado en la memoria, sonríe: A veces le encantaría subir a los vagones del Metro o al Ruta 100 para canturrear, no más por diversión, canciones de trova, imitando a Violeta Parra o a Silvio Rodríguez... en una de esas incluso a Luis Eduardo Aute...

Se pone nerviosa, este último es mejor olvidarlo, le trae demasiados recuerdos: con eso de que todos los caminos conducen a Roma, cualquier canción, hasta la menos conocida, podría traerle a su añoranza el ritmo y la letra de Alevosía. Incluso en este instante, sin proponérselo, ha vuelto a evocar el lugar y la compañía de aquél joven risueño con quien escucho la melodía por primera vez...

El teléfono suena de pronto y Susana casi lo odia por haberle roto el encanto a su retorno breve al pasado: un tono, dos, tres... Susana es lenta para incorporarse, contesta con un apuro atrasado:

-¿Bueno?

Del otro lado de la línea se escucha movimiento: carros pasar, la voz de una anciana vendiendo pan de pueblo, un claxon con la tonada de la cucaracha...

-¿Bueno?

Se distingue el sonido de algún puesto de discos: “Antes de conocerte todo era triste sin ilusión, eran mis noches frías y un gran vacío es el que llenaba mi corazón...” - Póngame la ocho don, pero en la parte buena - pide un señor.

Enséñame a olvidar, enséñame a vivir sin ti, dime como olvidaste tanto amor...”

- ¿Bueno? ¿Bueno?

“... así de fácil, dime que debo hacer para olvidarte...”

- ¡Ah! Alguien con mucho tiempo libre.

Susana oprime el botón de apagar en el teléfono inalámbrico mientras que enciende las lámparas ahorradoras de luz que recién ha comprado. Adora el ruidito que hacen antes de por fin encenderse, ese parecido al chasquido de la lengua contra el paladar, casi similar al currucucu de las palomas, o el gorgoteo de lo guajolotes: las lámparas gorgotean antes de encenderse.

Susana da algunos pasos alrededor de la mesa de centro en la salita, en un esquinero se acomoda la pecera en la que flota el pez japonés, el único que sobrevivió a la enfermedad que desescamó a una docena de gupis y empanzonó al pez gato. Ella le llama Filete, y él con sus ojos saltones y sus aletas doradas celebra todas las noches la llegada de su dueña dando volteretas en el agua, haciendo gala de su alma de perro leal.

Susana entreabre las cortinas y México, con sus calles maltrechas e iluminadas por todos lados, con uno que otro faro fundido, la saluda. “¡Que enorme! Es enorme...” - Piensa asustada, sorprendida... - “Que difícil debe ser hallar a algún conocido de otros tiempos por mera casualidad” - Comienza a extrañar y sopla aliento a sus delgadas manos.

- Filete, ¿tienes frío? Espero que no. ¿Como haría para ponerte suéter? La temperatura del agua esta bien, ¿verdad?

El teléfono suena: un tono, dos... Susana contesta.

- ¿Bueno?

Yo no sé porque razón cantarle a ella si debía aborrecerla con la fuerza de mi corazón...”

- ¿Bueno?

“... todavía no la borro totalmente, ella siempre esta presente...”

- ¿Bueno?

Un claxon desesperado apresura algunos carros en una avenida, una motocicleta pasa a toda velocidad.

- ¿Bueno? ¿Bueno? ¡Chinga! ¡Otra vez!

El botón de apagado nuevamente.

El rizo de la nuca, tan característico de Susana, se enreda en su dedo índice, tímido, casi como si fuese ajeno, porque en su remembranza ya lo es; Susana viaja de pronto a sus lejanos veinte años, o por lo menos así le parecen ahora.  Es de noche, se encuentra en un café diminuto escondido detrás de tres enormes árboles de eucalipto: El nagual.

- Un capuchino. - Pide una voz de hombre.- ¿Y tú Susana?

- Un moka.

- ¿Quieres un pastel?

Susana vira hacia la vitrina que exhibe varios postres.

- ¡Que bonito!- Exclama.

- Si, ¿quieres? Son muy buenos.

Susana asiente con la cabeza.

- ¿Cuál?

- El de chocolate.

- Entonces yo tomaré el de kiwi.

Susana y su recuerdo se sientan en una mesita en un rincón del café, cerca de la ventana. El mesero trae el café mientras Susana extravía se mirada en la calle vacía, el viento frío que se cuela por una hendidura huele a hierba y afuera mueve las copas de los árboles suavemente provocando un rumor ligero de hojas secas cayendo.

- ¿No vas a probarlo? - Pregunta la voz gruesa.

- ¡Ah! Sí. - Susana prueba.- Es de queso. - Declara.

- Claro, el queso es lo mejor del planeta.

- Odio el queso.

- No es cierto.

- En serio, no me gusta.

- Como no, a ver, abre la boca.

El recuerdo de dos ojos negros sonrientes llega a la sala de Susana, una mano noble le da de comer como a un bebé... “Sigo odiando el queso” Piensa.

El teléfono suena.

- ¿Bueno?

“... donde estas que no te encuentro amor... ¿donde estas amor?”

- Otra vez.

Susana ya no se toma la molestia de escuchar más y cuelga inmediatamente. Los ojos sonrientes le miraban todavía y ella procuraba no mirarlos directamente, tragaba un bocado de pastel de queso con chocolate y repetía: odio el queso.

- No es cierto. - Repetía él.

Susana levantó los hombros en señal de indiferencia.

El café de aquella noche se enfrió en diez minutos, pero a Susana le pareció delicioso, incluso el pastel le supo exquisito, junto a él no podría haber sido de otra manera.

“El nagual” estaba por cerrar, eran ya alrededor de las diez, el sabor de pastel de kiwi con pastel de chocolate merodeaba en el paladar de los dos. Salieron dando las buenas noches, felices, caminaron deprisa por las calles chuecas hasta llegar al Metro al que entraron casi en completo silencio, sólo algunas sonrisas cómplices se ahogaban con su susurro en el barullo de la gente. Susana se aferró al fuerte brazo de él como si sólo pudiera tener aquel pequeño instante.

 Se sentaron juntos, ella, nuevamente junto a la ventana, recargo la cabeza en el hombro del amante del queso...

El tiempo se hizo poco, en un segundo habían llegado a la Normal. Los ojos sonrientes se llenaron más de arruguitas y la mano de él se deslizo por la nuca de ella para enredar en su índice el rizo terco que jamás se dejaba atrapar en la cola de caballo. Se encaminaron hacia los torniquetes con la intención de despedirse, juntaron sus cabezas, sus frentes. Susana rodeó el cuello de un hombre del que con mucho trabajo por fin había conseguido, después de tres años, borrarle el rostro en los recuerdos, todo menos sus ojos.

Y en algún lado, opacado por las cumbias que un carro tocaba a todo volumen, Aute cantaba: “Más que amor lo que siento por ti es el mal del animal...” todavía a  aquellas horas de la noche: casi media noche.

“... no la terquedad del jabalí ni la furia del chacal...”

Entonces Susana supo que debía irse y dejarlo: porque aunque en realidad sólo podrían tener esa noche para decir que estuvieron juntos, ella sabía que era mucho más el tiempo en que habían permanecido el uno con el otro.

- No puedo quedarme.- dijo él de pronto con una voz entre cortada de deber, el tono que Susana sabia bien porque utilizaba.

- Lo sé.

Es el alma que se encela con instinto criminal...”

Y trataron de apartarse pero Aute canto todavía unas siete canciones más, como invocado por Susana.

- Sólo abrázame, ¿de acuerdo? Sólo por un momento. - Pidió Susana mientras que de él escuchaba un suspiro y sentía sus brazos en su cintura.

Fue ella la que decidió desprenderse y decir adiós sin detenerse ni mirar atrás. Un rumor se escuchó antes que Susana se alejase del todo: “Cuídate”. Al pasar por el torniquete Alevosía se oía de nueva cuenta...

Acurrucada de nuevo en el sillón,  Susana miraba sin mirar a Filete pasear despreocupado por  su pecera. El teléfono volvió a sonar.

- ¿Bueno?

Es amar hasta que duela como un golpe de puñal. Ay amor, ay dolor. Yo te quiero con alevosía, yo te quiero con alevosía...”

La respiración de Susana se sobresaltó.

- ¡¿Bueno?!

“Quiero que tus sentimientos sean puro mineral...”

- ¡¿Bueno?!

“Polvo de cometa al viento del espacio sideral... Ay amor, ay dolor. Yo te quiero con alevosía...”

- ¡¿Bueno?! ¡¿Quién habla?!

- Jefe, ¿no tiene que me regale para una cenita?

“...yo te quiero con alevosía...”

 El escape ruidoso de un vocho...

- No, no tengo monedas...

- ¿Bueno? ¿R...?

- Cuídate. - Fue la palabra que se alcanzó a oír, apresurada pero clara, poco antes de que colgaran

“Aute, Alevosía y yo sigo odiando el queso” Pensó Susana mientras que una gelatinosa lagrima resbalaba por sus labios y se le escapaba un triste suspiro involuntario.

 

diciembre 2002

 





 

Y así saco a pasear este viejo escrito, preguntandome, habiendo pasado ya cinco años, con todo lo que ahora sé de todo aquello ¿había canción más atinada para este cuento?

Alevosía

  



viernes, 4 de mayo de 2007

Y más allá de abril ( también)

Otro rezaba:

 

Qué me mirases

 

Qué me mirases,

qué me mirases,

y contendieras al calor de un beso en un sueño.

 

¿Qué te digo? ¿Qué te digo?

Esas críticas van y vienen.

Nuestros hijos, nuestras madres,

nuestros lirios...

 

¿Qué te digo? ¿Qué te digo?

Qué me mirases.

¡Desecha el hielo, desecha la caída de tus pestañas!

Qué me mirases, qué me absorbieras, que me obligaras.

 

¡¿Qué te digo?!

Qué me mirases, que me llamaras.

Qué rompieses mi espacio personal con tu pequeño abrazo.

Qué me mirases, que me llorarás.

 

¿Qué te digo?

He armado de nuevo un escenario,

para ti, para mí, para nosotras.

Creo que en el presente he vuelto a tener miedo.

 

¡¿Qué te digo?!

No, lo que me conduce a ti no es la nostalgia,

es más el refugio de aún no querer comprender lo que me pasa.

 

Pequeña..., pequeña..., es que... ¿cómo te lo explico?

Pequeña, aquí dándole vueltas al asunto...

Llorando los días pasados, deseando poder repararlos.

 

Pequeña, lo siento... lo siento... ¡lo siento!

Qué me mirases y volvía a la agonía -¡lo juro!-

Qué me mirases... ¿y qué te digo?

¿"creo que ahora soy feliz"? ¿Así?

 

Septiembre 2005 

 

 

Después de abril ( y no durante)

Uno de tantos iba así:

 

Silencio.

 

 

Silencio... detrás de la mentira,

detrás de mis ojos aún no abiertos,

detrás de la tardanza.

 

Silencio, el que falto la noche de septiembre,

la víspera de incertidumbre.

La lumbre que arraso con la entrañas...

 

Silencio, detrás de la mentira,

detrás de la sonrisa

que por adeudo regalas.

 

Silencio, detrás de tu partida,

detrás de mi llegada,

detrás, detrás, detrás.

 

Silencio, detrás de tu camino,

detrás de ésta, mi muerte...

detrás...

 

¡El viento hoy no respondió!

No respondió...

¿Responderá mañana?

 

Marzo 2005

 

 

miércoles, 7 de marzo de 2007

Un beso...

Un beso ajeno, ¡por favor!

La primavera brota en mis labios

Un beso trunco, un beso manco

Un beso bronco, un beso santo.

 

Un beso amable, ¡por favor!

Mi lengua ya está volando

Un beso tibio, un beso blanco.

Un beso...

 

Un beso propio, ¡por favor!

Mas no el cotidiano:

Un beso que me de la mano.

 

Un beso, ¡por favor! ¡Por favor!

El tiempo me está dejando

Las jacarandas mudan

Y yo sigo aquí anhelando...

 

Un beso...

miércoles, 31 de enero de 2007

FNTS

Estuve buscando por mucho tiempo las tonadas ideales para esta noche, he querido que sientas que te he tomado atención, pero quiero al mismo tiempo que me conozcas en todo… aunque no planeo nada, bueno, y si lo tengo planeado tampoco creas que te lo voy a decir.


Es cierto, me he propuesto algo: saber quien de las dos puede más, si tú con tu esquivez o yo con mi indiferencia, si a fin de cuentas ambas sabemos las ganas mutuas que nos tenemos. Has estado jugando conmigo desde hace un mes, con tu sonrisa coqueta que llama a todos a venerarte y sé que no te esperabas que yo no hiciera lo propio, quizás por eso también te he llamado la atención.


No, desde que te vi decidí no adorarte: creo que de haberlo hecho no te habrías dado cuenta que llevaba algún tiempo observándote y que comencé a arreglarme para ti: he desplegado para ti mis mejores armas, las blusas escotadas y los pantalones ajustados… y he visto lo que han provocado en ti aunque me lo niegues con tu actitud tan ensayada.


Bueno, hoy veremos quien ha ensayado más, yo también soy muy buena preparando el escenario de una reunión común y corriente. Ya tengo listo el inocente helado, las copas, el vino, las palomitas para que no sospeches (aunque bien que lo haces, ¿o no estamos bien sabidas de lo que hoy va a suceder?).


Ding… dong… suena el timbre: has llegado a tiempo. En casa desde hace media hora comencé a ponerme en ambiente: Las paredes han estado escuchando a Janis Joplin desde hace veinte minutos a modo que cuando tú te acercaras conmigo a la cocina se estuviera escuchando Move over. La batería me ayudara a seducirte…


-¿Siempre vistes minifalda cuando recibes a alguien para ver una película? –me preguntas.


Sé que estás siendo sarcástica, o dime ¿usas ese escote siempre que vas a ver una película a casa de alguien? Pero está bien, jugaremos un poco más, de cualquier modo me gusta verte con esa blusa:


-Sólo cuando recibo a chicas bonitas – te respondo- Y por cierto, que bien se te ve esa blusa –Comento… mientras observo bien el tipo de cierre de tu pantalón y estudio la manera de desprenderte la prenda.


No quiero ser demasiado obvia, así que al ritmo de la canción sólo muevo las piernas a modo que puedas ver mis muslos bajo la falda, mis glúteos contrayéndose mientras sirvo las copas.


-Será la primera vez que mire a Leonardo Di Caprio con una copa de vino en las manos.


-Bueno, no esperarías que buscara a Angelina Jolie o a…… Capaz te me pones romántica y luego que hago contigo (¡que tipo de mujer sería yo si utilizo la pasión que te provoque otra!). Por otra parte, la tarde (nublada) se presta para el vino.


- Jajajajajajajaja –Tu risa me delata tu complacencia- Y dime, ¿Janis nos acompañara a ver la cinta?


- Oh! No (por mucho que me llamara la atención un trío –vaya. El pensamiento me traiciona-), ella ya se va… -he pensado en todo, y en el programa Janis termina justo después de tus palabras.


La música se apaga y yo enciendo el televisor. Te acomodas en el sofá frente a este y me invitas a sentarme junto a ti. Tu pelo amarrado en una cola de caballo me deja ver tu cuello y tus orejas, detrás de éstas brota una aroma dulce, tenue, provocativo… Te llevas a la boca la copa con vino y puedo sentir como lo saboreas, recorre tibio tu lengua, tu garganta, tu pecho… Hasta siento como al llegar ahí se hacen rígidos tus pezones, ¿sentirás mi mirada lujuriosa?


-¡Salud! –exclamas


- Eso era antes de beber.


-¡Pero la intención es lo que cuenta! –Sonrío, la película va comenzando.-


Me miras de reojo más o menos cada cinco minutos, no tienes mucho interés: yo tampoco. Me preguntas si puedes quitarte los zapatos: sabía que traer zapatos de tacón no te iba a funcionar, no estás acostumbrada, y es increíble como eres de seductora sin ellos, quizás sea el como escoges el momento para quitártelos… Me sonríes (uff!!! ¡¡Así que todavía pretendes que te venere!!)…


Acercas tus pies fríos a mis muslos, buscas el calor y está bien (¡¡por supuesto que lo está!!), los frotas uno contra otro convirtiendo poco a poco esa fricción en una caricia para mí. Me miras, en tus labios persiste la humedad del vino tibio, cruzo mi pierna derecha levantándola incluso un poco más de lo debido para que se abra esa pequeña brecha entre mis piernas que te invite a hacer más, pero solo quiero que la mires. Bajo el cierre de mis botas, yo también soy friolenta y llevo calcetas… te has acabado ya el vino…


-¿Quieres helado? –asientes casi obediente


Para este momento esto hará un buen contraste, lo noto en tus ojos: estás tan excitada como yo, mis manos están calientes y es porque de solo verte ahora se me enciende la imaginación.


Me dirijo descalza a la cocina con las copas vacías y sirvo el helado. Escucho como ya has apagado la tele, en sustitución la música que elegí para ti va llenando quedita la sala, percusiones Bjorkiranas, de Porthishead, Pink Floyd… poco a poco se irán oyendo. Escucho también como la lluvia cae en los vidrios de la ventana, tan atenta estoy a eso que realmente no me percato que ya estás conmigo en la cocina, con tu aroma dulce y tus pies desnudos. Me sonríes otra vez:


 


- Es que no me pude aguantar las ganas del helado – Me dices…


- Es de ron con pasas, digo, para no salir del tono…


- Mmmh… que rico, ¿me das?- preguntas mientras te me acercas


- Claro


 


Y volteo para tomar una de las copas que he dejado en una mesa… Sólo con esa pequeña distracción tienes… así, de espaldas, me tomas por la cintura, besas suavemente mi cuello apartando mi cabello, recorres mis costillas con tus manos, mis brazos por sobre la ropa… Voy sintiendo como tu cadera se pega a mis glúteos… realmente me estás ganando esta batalla… así que con tu cierre pegado a mi falda giro en mi eje para mirarte de frente.


Hemos quedado con nuestros vientres juntos y respirando nuestro aliento… te sonrío con la intención de que por un momento también te me distraigas… me miras… rozo mis labios con los tuyos… tengo en la boca el sabor a ron del helado pues no resistí probarlo mientras lo servía, beso tu labio inferior apretando suave y firme, sientes el sabor, paseas en correspondencia tu lengua sobre mis labios… Ya todo esto además de excitada me tiene húmeda…


Quiero ahora olfatear ese aroma de tu cuello, con la yema de mis dedos acaricio tus orejas, tu escote… Siento tu piel erizarse. Paseo lento con besos desde tu cuello, pasando por tu pecho, por sobre la ropa humedezco con la lengua tus pezones erguidos al tiempo que tomo tus senos con el cuenco de mi mano…


En este punto necesito saber tu aprobación, ¿estás bien? ¿Continúo? Subo la mirada y me encuentro con tus ojos que me imploran baje aún más lo cual me encanta, con caricias y besos llego a tu ombligo al botón de tu pantalón… lo desabrocho… así como también el cierre…


Estoy frente a ti de cuclillas, ¿te percatas que ya te estoy adorando? Siento como mi vagina va humedeciéndose poco a poco sólo de tocarte, así mirándome hacía abajo, ¿te has dado cuenta ya, que llevo una tanga para ti?


Comienzas a pasar tus dedos entre mi cabello, yo descubro tu lencería debajo de tu pantalón… lo voy bajando poco a poco por tus nalgas y al tiempo lamo sobre el algodón de tu braga, no sé si tu humedad será ahora mucho más que la mía, pero disfruto el sabor que se traspasa por la tela, el aroma que emana… Sí, ahora es cuando me pongo de rodillas…


Bajo delicada y completamente tu pantalón, tus pies desnudos lo patean un poco más lejos y al hacer ese movimiento me permites tomar uno por la planta, acariciarla, subir por tu pantorrilla… pasar mis uñas despacio por detrás de tu rodilla provocándote un estremecimiento. Al ver esto, hago lo mismo con la otra pierna ahora también haciendo un movimiento de abrir la mano sobre tu rodilla, con las uñas así, acaricio tus muslos… el interior de tus piernas. Me incorporo lento, sin quitarte mis caricias, necesito tocarte, quiero sentir tu flujo entre mis dedos, en mi palma…


Desde tu vagina hundo suave mi índice, sin penetrarte, porque lo sigo haciendo por sobre tu braga, la textura de la tela con mi caricia y tu miel te excita más, lo noto cuando llego despacio a tu clítoris y está erguido. Apoyo mi palma sobre tu pubis haciendo presión… cierras los ojos en señal de gozo y comienzo a frotar lento mientras te guío hacia la sala nuevamente…


Es tanta mi excitación que mi flujo ya ha mojado mi falda y ahora que estoy sentada en el sofá lo notas. La subes hasta mi cintura, acaricias mis nalgas, te ha encantado ver que traigo puesta una tanga, y por ello metes tu mano a mi entrepierna de modo que tus dedos acaricien mis glúteos y tu muñeca me de por el momento el placer.


Tengo que quitarte esa blusa, el sostén, y ahora lo hago con un poco más de desespero… Con tu otra mano, aunque con más dificultad, me quitas la blusa también, no quiero que te quites de mi entrepierna y lo notas cuando te aprisiono con mis piernas, sin embargo, si no te dejo, ¿cómo quedaremos desnudas? Dejaré que me desvistas para entonces poder llenarte de besos…


Así, al despojarte del sostén acaricio tus axilas, mordisqueo tus pezones, bajo en besos por tus costillas por tu cintura, por tu ombligo, te tomo firmemente para acostarte en el sofá… Me ofreces tu vulva a la que yo lamo con prontitud, succiono con mis labios tus labios vaginales, tu clítoris… gimes controlando la respiración, el calor, la piel…


Me corren en la cabeza millares de posibilidades pero hoy quiero hacerte disfrutar, así que poco a poco subo de nuevo mis besos a tu boca, pruebas tu sabor en mis labios y yo voy incorporando mi clítoris erguido sobre el tuyo…


¡¡Del solo contacto te entra un escalofrío!! Me abrazas con tus piernas y meneas tu cadera para darnos fricción, yo empujo la mía para alcanzarte aún más profundamente. Te como a besos, suelto tu cabello, tu espalda se yergue… subes más tus movimientos, empujas con tus piernas mis glúteos para hundir nuestros labios vaginales aún más en la otra. Tomo tus nalgas lo que hace que nos friccionemos aún más…


Nuestra piel se enchina, gimes, jadeas, respiras fuertemente, sé que contienes el grito… atraigo más a mí tu cadera y es ahí donde das un grito de placer que se confunde también con el mío. Hemos llegado juntas al clímax.. y yo trato de contenerlo por unos segundos más apretando mis piernas y con ello tu clítoris, contrayendo mis labios vaginales…


Unas gotas de sudor corren por tu frente, un suspiro va recorriendo tu pecho hasta salir por tu boca. ¡Dios! ¿Tú sabes que es la Gloria?


Vas bajando poco a poco tu espalda al sofá y yo acompaño ese reposo acurrucándome en tu pecho. La lluvia suena suave en la ventana, la ropa a quedado regada, cierro lo ojos para escuchar tu latido que es fuerte, fuerte… respiro tu aliento dulce… Después de unos minutos te vuelves a mí, y sonriendo, diabla, me preguntas… ¿Quieres helado?


(Por cierto, en la cuestión de la indiferencia y la esquives, ganaste).