He estado buscando la respuesta a por que tarde "tanto" en salir del clóset. También, he buscado la respuesta a por que me he limitado a no realizar ciertas actividades que de más joven ansiaba hacer en mi vida de adulta (cuando, ya podría ser libre), así como tambien la raíz de mis problemas de pareja, más en mis relaciones con hombres que con mujeres. La respuesta ha sido bastante triste y cruel: la discriminación a mi propia orientación sexual.
¿Qué? O sea... ¿a poco eso existe? ¿No se supone que cuando uno se siente gay, transgenero, lesbiana o bisexual, el sólo descubrimiento es en sí una aceptación?
No necesariamente. Escuchando a mis amig@s y a conocidos de los chats, leyendo ciertas vivencias en internet, escuchando de casualidad alguna conversación en la calle y analizando uno que otro dialogo en televisión observo que es más duro lidiar con uno mismo que con la familia o la sociedad que puede juzgarnos por nuestras preferencias.
Es muy simple: todos los juicios que hemos mamado desde la cuna, todas las opiniones de la gente alrededor se quedan incrustados dentro nuestro, de modo que llega el momento en que aún cuando nuestro mejor amigo no sabe de nuestra sexualidad suponemos que no la aceptara, y entonces es más fácil permanecer callado y/o llevando una relación clandestina.
Y es muy probable que el amigo en cuestión o el familiar a quien queremos confesar nuestro gran secreto realmente actue conforme a nuestra suposición, pero ese no es el real problema: el escuchar de su boca ciertas ideas que ya creemos de nosotros mismos es lo hiriente.
Podemos pasar muchos años sin siquiera percatarnos que el principal inquisidor de nuestros actos somos nosotros mismos.
♦ La aceptación de la no aceptación de nuestros padres -o seres amados-, es una de las más simples y duras discriminaciones que podemos poner en nuestras manos, pues de principio nos lleva a escondernos de todo el mundo pero poco a poco nos lleva a la devaluación de nuestras expresiones, gustos e ideas, no sólo en lo que se refiere al aspecto homosexual si no a todo lo que conforma nuestra persona.
Podemos poco a poco devaluar nuestro trabajo, nuestra opinión y hasta nuestro aspecto si consentimos que, por ejemplo, nuestros seres queridos tienen derecho a no amarnos como somos por que "ellos son muy cristianos", "porque les es dificil", "porque ellos no entienden" o "porque están educados de otra manera". Otro ejemplo es aceptar que nuestros padres nos escondan o hablen de nosotros omitiendo nuestra prefencia sexual de sus anécdotas pues es permitir que se nos corte un pedazo importante de nuestra existencia.
♦ Pensar que "sólo ellos" -los que se manifiestan en contra de la discriminación homosexual- hablan porque les gusta exponerse o por que son un@s loc@s, tambien es un modo de condena hacia nosotros mismos: Es pensar que no pertenecemos a ellos porque lo nuestro es "nomás por ahorita"; porque mi novi@ es la bisexual -el gay, la lesbiana, el transgenero, el travesti...- no yo, yo soy normal; porque "yo no tengo tiempo para esas tonterías, yo trabajo"; porque "¡ay, que vergüenza!"; porque "¿de que sirve que salgamos a manifestarnos? Eso no va traer un cambio".
No alcanzamos a ver que el quedarnos callados es permitir que se cometan más abusos en contra de nuestra individualidad. Sentirnos ajenos a otros homosexuales es no apoyarnos a nosotros mismos, y claro, contribuye a la discriminación entre los distintos grupos que conforma la comunidad LGTTB.
♦ Vivir en la indefinición tambien resulta una autodiscriminación. Recientemente recibí la opinión de que la clásificación de "bisexual" es una definición un tanto ociosa porque en realidad sólo existen los polos de heterosexual y homosexual y no se puede estar en medio. Esta idea es muy común en realidad, pero aceptar que la bisexualidad es un estado transitorio es privar a quien lo es de una identidad, y, sin embargo, no sólo el bisexual puede ser victima de está privación.
Caer en el estado del buga (que en su más pura definición es aquél que teniendo una relación -casi siempre informal- con alguien de su mismo sexo, aún niega su homosexualidad) es negarse una cultura que podría enriquecernos como personas: llegar a conocer sensaciones profundas e incluso sentirnos identificados, a modo pues, de tener amistades más cercanas y verdaderas, idolos a los cuales seguir, grupos en los que podamos hablar con libertad y sin recelo y por supuesto, orgullo de nosotros mismos.
♦El permitirnos la ignorancia es tambien una autodiscriminación. No sólo realizar prejuicios hacia otros es sintoma de ignorancia que conduce a un circulo vicioso de discriminación: el no permitirnos informarnos sobre gente en nuestra misma situación sexual, conducirá inevitablemente al desconocimiento de nuestros derechos para defendernos contra agresores o para denunciar discriminaciones homofobicas, en el más pequeño de los casos nos desprovee de maneras de responderle a quien lanza un comentario hiriente acerca de nuestra sexualidad.
Muchas de nuestras quejas ante aquellos que nos discriminan tienen en gran parte su raíz en nuestro silencio.
Una vez incrustada la autodiscriminación en nosotros es fácil ir por la vida sin defendernos y mucho menos defender a otro. Tiempo atrás me sucedio que descansando con mi entonces novia en el bosque de Chapultepec, un par de policias se nos acercaron a pedirnos nos retiraramos del lugar porque muchos padres se habían quejado de nuestro comportamiento -(¿?) ¿Cual comportamiento? ¿Qué padres?-.
Habíamos estado caminando por todo el parque, desde el Monumento a los Niños Heroes hasta el bosque tomadas de la mano, a mí, de pronto se me antojaba darle un beso y con efusividad lo ponía en su mejilla, a ratos la abrazaba del cuello. En un punto me invito un helado, vimos a los niños jugar y nos encanto la tranquilidad y diversión con que se estaban llevando. Hasta que luego de un rato nos recostamos en el pasto a dormir una siesta abrazadas. Fue en ese punto en que escuchamos las motocicletas de los vigilantes.
Uno de ellos se acerco y nos llamo: "señoritas". Yo abri los ojos y vi al hombre parado a lo menos 30 centimetros de mí. Nos incorporamos y mientras tanto nos hablaron de la supuesta queja. Realmente nos tomo por sorpresa, creo que ambas recapitulamos todo lo que habíamos hecho y por alguna extraña razón nos sentimos culpables.
"Disculpen pero es que los niños no pueden ver esto" Por nuestra parte silencio. "Aqui atrás está la casa del presidente". Por mi parte, un pensamiento: "o sea y eso que?, no entiendo". "¿Ustedes no fueron ayer a la marcha esta... esta de...?" Del orgullo gay completé yo. "No, no, nosotras no vamos a esas cosas" por parte de mi entonces novia... y por mi parte un silencio sorpendido de ser silencio.
"Ah, no? Que bueno, esa gente nada más sale a exhibirse, nada más van de locas, ayer andaban todos por aquí, vestidos de viejas y eso, no como ustedes señoritas que están muy lindas. Si no las viera abrazadas y tomadas de la mano (es cierto, aún estabamos tomadas de la mano!) ni siquiera me daría cuenta que lo son (qué somos qué, güey? claro, yo con mi rara sonrisa de orgullo porque "no lo parecía"), se ven muy femeninas, están muy lindas". Creo recordar que ambas respondimos "gracias" al unísono. "Miren, disculpennos, pero realmente hemos recibido muchas quejas" "¿De quienes?" Alcanzó a decir ella... "De los padres. O sea... nosotros no tenemos ningún inconveniente de que estén aqui, no están haciendo nada malo, pero es que ellos no quieren que sus hijos vean esto" Y nuestro silencio resignado, frustrado, encabronado, preguntón: ¿por qué? ¡qué ellos le expliquen a sus hijos! A mí que chingados...
Salimos de ahí casi corriendo, por unos instantes no quisimos tomarnos de la mano. Al salir del parque completamente queriamos llorar, nos abrazamos y ella molesta me dijo, perdón, no les dije nada porque no sabía que podian decir en tu casa, a lo mejor nos llevan detenidas y por mí no hay problema, por que ya todos saben de mí, pero tú tía... y a lo mejor tu mamá nos regañaba por exhibirnos, se supone que yo tengo que cuidarte...
Agotada, confundida y molesta sin aún saber por qué, respondí: ¿sabes lo qué más rabia me da? Que yo sí soy de esas locas que van a esa marcha, ayer fue la primera vez desde que acepte ("") que soy gay que no fui, y me da rabia, porque debí ir, porque es el primer año que mis amigos saben, y mi mamá y mi hermano... y no fui...
La aceptación de los otros depende ante todo de la aceptación de nosotros mismos.
Lo más beneficioso y honroso para mi entonces habria sido gritar a los policias todos mis derechos o al menos cuestionar acerca de las sandeces por las que nos estaban sacando del parque, pero no lo hice, y en el transcurso de cinco años posteriores a ese capitulo entendí porque ni ella ni yo pudimos lanzar palabra alguna en nuestra defensa: Más allá de haber reconocido nuestra preferencia sexual ninguna se pronunciaba por ella, ambas padeciamos de "auto homofobia".
Efectivamente, es muy duro vivir la desaprobación de quien se supone debiera amarnos pero el desaprobarnos a nosotros mismos nos puede sumir en situaciones incomprensibles: como nunca aceptar lo gay, lesbiana, bisexual... que somos, hasta aceptarlo pero llevando relaciones destructivas o incluso promoviendo comportamientos como el alcoholismo, sexo sin protección y relaciones promiscuas.
Para que nuestro entorno tenga un cambio debemos reconocer primero que el cambio esta en uno mismo, una vez aceptandonos en nuestra totalidad no será tan necesaria la aprobación de otros para vivir como nosotros queremos, para vivir con libertad. Aunque claro está, ello no implica que después de erradicar la autodiscriminacion debamos quedarnos callados, al contrario, esto nos permitirá manifestarnos con real orgullo y buscando lograr nuevos avances y más respeto de otros.
¿Qué? O sea... ¿a poco eso existe? ¿No se supone que cuando uno se siente gay, transgenero, lesbiana o bisexual, el sólo descubrimiento es en sí una aceptación?
No necesariamente. Escuchando a mis amig@s y a conocidos de los chats, leyendo ciertas vivencias en internet, escuchando de casualidad alguna conversación en la calle y analizando uno que otro dialogo en televisión observo que es más duro lidiar con uno mismo que con la familia o la sociedad que puede juzgarnos por nuestras preferencias.
Es muy simple: todos los juicios que hemos mamado desde la cuna, todas las opiniones de la gente alrededor se quedan incrustados dentro nuestro, de modo que llega el momento en que aún cuando nuestro mejor amigo no sabe de nuestra sexualidad suponemos que no la aceptara, y entonces es más fácil permanecer callado y/o llevando una relación clandestina.
Y es muy probable que el amigo en cuestión o el familiar a quien queremos confesar nuestro gran secreto realmente actue conforme a nuestra suposición, pero ese no es el real problema: el escuchar de su boca ciertas ideas que ya creemos de nosotros mismos es lo hiriente.
Podemos pasar muchos años sin siquiera percatarnos que el principal inquisidor de nuestros actos somos nosotros mismos.
♦ La aceptación de la no aceptación de nuestros padres -o seres amados-, es una de las más simples y duras discriminaciones que podemos poner en nuestras manos, pues de principio nos lleva a escondernos de todo el mundo pero poco a poco nos lleva a la devaluación de nuestras expresiones, gustos e ideas, no sólo en lo que se refiere al aspecto homosexual si no a todo lo que conforma nuestra persona.
Podemos poco a poco devaluar nuestro trabajo, nuestra opinión y hasta nuestro aspecto si consentimos que, por ejemplo, nuestros seres queridos tienen derecho a no amarnos como somos por que "ellos son muy cristianos", "porque les es dificil", "porque ellos no entienden" o "porque están educados de otra manera". Otro ejemplo es aceptar que nuestros padres nos escondan o hablen de nosotros omitiendo nuestra prefencia sexual de sus anécdotas pues es permitir que se nos corte un pedazo importante de nuestra existencia.
♦ Pensar que "sólo ellos" -los que se manifiestan en contra de la discriminación homosexual- hablan porque les gusta exponerse o por que son un@s loc@s, tambien es un modo de condena hacia nosotros mismos: Es pensar que no pertenecemos a ellos porque lo nuestro es "nomás por ahorita"; porque mi novi@ es la bisexual -el gay, la lesbiana, el transgenero, el travesti...- no yo, yo soy normal; porque "yo no tengo tiempo para esas tonterías, yo trabajo"; porque "¡ay, que vergüenza!"; porque "¿de que sirve que salgamos a manifestarnos? Eso no va traer un cambio".
No alcanzamos a ver que el quedarnos callados es permitir que se cometan más abusos en contra de nuestra individualidad. Sentirnos ajenos a otros homosexuales es no apoyarnos a nosotros mismos, y claro, contribuye a la discriminación entre los distintos grupos que conforma la comunidad LGTTB.
♦ Vivir en la indefinición tambien resulta una autodiscriminación. Recientemente recibí la opinión de que la clásificación de "bisexual" es una definición un tanto ociosa porque en realidad sólo existen los polos de heterosexual y homosexual y no se puede estar en medio. Esta idea es muy común en realidad, pero aceptar que la bisexualidad es un estado transitorio es privar a quien lo es de una identidad, y, sin embargo, no sólo el bisexual puede ser victima de está privación.
Caer en el estado del buga (que en su más pura definición es aquél que teniendo una relación -casi siempre informal- con alguien de su mismo sexo, aún niega su homosexualidad) es negarse una cultura que podría enriquecernos como personas: llegar a conocer sensaciones profundas e incluso sentirnos identificados, a modo pues, de tener amistades más cercanas y verdaderas, idolos a los cuales seguir, grupos en los que podamos hablar con libertad y sin recelo y por supuesto, orgullo de nosotros mismos.
♦El permitirnos la ignorancia es tambien una autodiscriminación. No sólo realizar prejuicios hacia otros es sintoma de ignorancia que conduce a un circulo vicioso de discriminación: el no permitirnos informarnos sobre gente en nuestra misma situación sexual, conducirá inevitablemente al desconocimiento de nuestros derechos para defendernos contra agresores o para denunciar discriminaciones homofobicas, en el más pequeño de los casos nos desprovee de maneras de responderle a quien lanza un comentario hiriente acerca de nuestra sexualidad.
Muchas de nuestras quejas ante aquellos que nos discriminan tienen en gran parte su raíz en nuestro silencio.
Una vez incrustada la autodiscriminación en nosotros es fácil ir por la vida sin defendernos y mucho menos defender a otro. Tiempo atrás me sucedio que descansando con mi entonces novia en el bosque de Chapultepec, un par de policias se nos acercaron a pedirnos nos retiraramos del lugar porque muchos padres se habían quejado de nuestro comportamiento -(¿?) ¿Cual comportamiento? ¿Qué padres?-.
Habíamos estado caminando por todo el parque, desde el Monumento a los Niños Heroes hasta el bosque tomadas de la mano, a mí, de pronto se me antojaba darle un beso y con efusividad lo ponía en su mejilla, a ratos la abrazaba del cuello. En un punto me invito un helado, vimos a los niños jugar y nos encanto la tranquilidad y diversión con que se estaban llevando. Hasta que luego de un rato nos recostamos en el pasto a dormir una siesta abrazadas. Fue en ese punto en que escuchamos las motocicletas de los vigilantes.
Uno de ellos se acerco y nos llamo: "señoritas". Yo abri los ojos y vi al hombre parado a lo menos 30 centimetros de mí. Nos incorporamos y mientras tanto nos hablaron de la supuesta queja. Realmente nos tomo por sorpresa, creo que ambas recapitulamos todo lo que habíamos hecho y por alguna extraña razón nos sentimos culpables.
"Disculpen pero es que los niños no pueden ver esto" Por nuestra parte silencio. "Aqui atrás está la casa del presidente". Por mi parte, un pensamiento: "o sea y eso que?, no entiendo". "¿Ustedes no fueron ayer a la marcha esta... esta de...?" Del orgullo gay completé yo. "No, no, nosotras no vamos a esas cosas" por parte de mi entonces novia... y por mi parte un silencio sorpendido de ser silencio.
"Ah, no? Que bueno, esa gente nada más sale a exhibirse, nada más van de locas, ayer andaban todos por aquí, vestidos de viejas y eso, no como ustedes señoritas que están muy lindas. Si no las viera abrazadas y tomadas de la mano (es cierto, aún estabamos tomadas de la mano!) ni siquiera me daría cuenta que lo son (qué somos qué, güey? claro, yo con mi rara sonrisa de orgullo porque "no lo parecía"), se ven muy femeninas, están muy lindas". Creo recordar que ambas respondimos "gracias" al unísono. "Miren, disculpennos, pero realmente hemos recibido muchas quejas" "¿De quienes?" Alcanzó a decir ella... "De los padres. O sea... nosotros no tenemos ningún inconveniente de que estén aqui, no están haciendo nada malo, pero es que ellos no quieren que sus hijos vean esto" Y nuestro silencio resignado, frustrado, encabronado, preguntón: ¿por qué? ¡qué ellos le expliquen a sus hijos! A mí que chingados...
Salimos de ahí casi corriendo, por unos instantes no quisimos tomarnos de la mano. Al salir del parque completamente queriamos llorar, nos abrazamos y ella molesta me dijo, perdón, no les dije nada porque no sabía que podian decir en tu casa, a lo mejor nos llevan detenidas y por mí no hay problema, por que ya todos saben de mí, pero tú tía... y a lo mejor tu mamá nos regañaba por exhibirnos, se supone que yo tengo que cuidarte...
Agotada, confundida y molesta sin aún saber por qué, respondí: ¿sabes lo qué más rabia me da? Que yo sí soy de esas locas que van a esa marcha, ayer fue la primera vez desde que acepte ("") que soy gay que no fui, y me da rabia, porque debí ir, porque es el primer año que mis amigos saben, y mi mamá y mi hermano... y no fui...
La aceptación de los otros depende ante todo de la aceptación de nosotros mismos.
Lo más beneficioso y honroso para mi entonces habria sido gritar a los policias todos mis derechos o al menos cuestionar acerca de las sandeces por las que nos estaban sacando del parque, pero no lo hice, y en el transcurso de cinco años posteriores a ese capitulo entendí porque ni ella ni yo pudimos lanzar palabra alguna en nuestra defensa: Más allá de haber reconocido nuestra preferencia sexual ninguna se pronunciaba por ella, ambas padeciamos de "auto homofobia".
Efectivamente, es muy duro vivir la desaprobación de quien se supone debiera amarnos pero el desaprobarnos a nosotros mismos nos puede sumir en situaciones incomprensibles: como nunca aceptar lo gay, lesbiana, bisexual... que somos, hasta aceptarlo pero llevando relaciones destructivas o incluso promoviendo comportamientos como el alcoholismo, sexo sin protección y relaciones promiscuas.
Para que nuestro entorno tenga un cambio debemos reconocer primero que el cambio esta en uno mismo, una vez aceptandonos en nuestra totalidad no será tan necesaria la aprobación de otros para vivir como nosotros queremos, para vivir con libertad. Aunque claro está, ello no implica que después de erradicar la autodiscriminacion debamos quedarnos callados, al contrario, esto nos permitirá manifestarnos con real orgullo y buscando lograr nuevos avances y más respeto de otros.
Hace un rato que quería escribir sobre esto. Quizá no sea lo más comercial en los entornos en los que busco desenvolverme, pero definitivamente creo que simboliza mi salida del clóset como bisexual, es mi manera de decir "ya estuvo" a mi quedarme callada, más ante ese punto de "aceptar la no aceptación de quienes amo". Seguire escribiendo!
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