Yo queria que me amarás como decías sentir tu amor por mí. Después de ayudarme, de darme uno de los valores de los que carecía, pensé que me darías todos, absolutamente todos los que me faltaban.
Sanaste mi corazón, estuviste en el instante exacto en que caía, y distinto a ocasiones anteriores me enfrenté a la tristeza acompañada de ti, eso me hizo pensar que aquella caída no me había dañado, ni siquiera modificado, y que podría llegar a darte el amor que a otros había prometido... pero estaba equivocada: ya había cambiado y aquellas promesas y amor que a otros di se habían desvanecido...
Era lógico: nada pasa sin modificarte, y tampoco puedes darle a otro el amor que un uno te inspira. Pecamos de inocencia... Tú, tal vez, pecaste de envidia, yo además, pequé de soberbia: me creí con el poder de enseñarte otros modos, de hacer que adoptaras otras ideas que yo considero más sanas.
Aún ignoro si estás ideas son correctas pero me funcionan a mí, en otros momentos me salvaron la vida y salvaron mi esencia. Pensando así creo fervientemente que, si a ti tus ideas te funcionan, debes conservarlas, debes amarlas y hacer que funcionen en el mundo que deseas.
Dejaré de pelear por convencerte que debes pensar igual que yo, aunque esto modifique nuestros sentimientos por la otra. Del mismo modo dejare de sentir culpa de que mi poliamoria sea para ti como para otros un defecto.
El día de hoy consigo otro pedacito de mi libertad al decidir que nuestra relación de pareja ha terminado y que ha terminado porque yo así lo quiero.
Vivirte me mostró que debo amarme por sobre todas las cosas, y es curioso que haya aprendido un tanto a la mala que debo ser mi prioridad en todo momento, incluso cuando ayude y enseñe a otros. Gracias por todo, ojalá que yo a ti te haya obsequiado algo, porque tú a mí me obsequiaste una valiosa lección.
No hay comentarios:
Publicar un comentario