O la pérdida de esta...
Mi voz nunca fue mi voz,
fue la voz de mi madre:
Mi madre, harta de su labor de madre.
Queriendo regresar a su vida de soltera,
A los bailes, al trabajo,
al flujo de dinero constante labrado por su cuenta.
Mi madre harta de sus muñequitos,
Que ya no se quedaban quietos al primer manotazo.
La señora que, pequeña, esperaba a chillarle a su marido emputado
para que lidiara con nosotros, -y esos no eran chanclazos-.
*
Mi voz no era mi voz...
Hasta hace poco fui un muñeco de ventrílocuo.
Y como tal respondía golpeandome
si así me lo pedían,
si así me dirigían,
si así hoy convenía...
Repetía con mi boca lo que mi madre pensaba
-Porque aprendí a odiarme y detestarme como ella en un nivel lo hacía-
Luego no supe qué decir o qué hacer porque ya nadie me movía
*
Me quedé vacía…
pero no sabía que estaba vacía desde un inicio
Era el saco de desperdicios,
La bolsa mágica donde metes todo y nunca se llena.
El agujero negro que todo se lo lleva…
*
Y muda y destructiva
Me encontraron otros rotos como yo
Otros a quien “el exceso de masa”
Los sacó de sus hogares -a regañadientes o por voluntad de huir-.
Otros, zurcidos a mano, por su propia mano
*
Y encontré que mi voz se reconocía
Y que resonaba
Y se distinguía
Y sólo entonces entendí
Que el eco no es una repetición
El eco es el movimiento de tu propia voz.
-Gala-
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